miércoles, 3 de agosto de 2011

a las Leave a Comment

Una Carta

“UNA CARTA”
Yekaterinburg, Rusia 16 de Julio de 1918

Hola mi amor.

He pasado toda este tiempo pensando… y pensando mucho. Las cosas, como tú has de saber no están bien aquí. Estoy prisionera en Yekaterinburg junto con toda mi familia. Mi madre está desconsolada, y mi padre… mi padre parece enfermo; todo esto que está pasando lo ha puesto así; aún no puede comprender todo lo que pasa; mis hermanas… bueno, mis hermanas tratan de consolar y dar a poyo a mi padre y a mi madre. Sólo mi hermana Tatiana es la que llora más. Alexis, mi hermano menor, está muy mal; lo han golpeado hoy en la mañana y tenemos miedo de que no sobreviva para mañana.
Hemos escuchado rumores acerca de que hay luchas entre el Ejército Blanco y los bolcheviques (que son los que nos tienen aquí). Hemos escuchado también que, si aunque nos tengan aquí encerrados, ellos no pueden controlar la guerra, ni mi padre puede hacer algo, entonces no serviremos parada nada y, han dicho que si es así, nos matarán.

Es por eso, mi amor, que he decidido escribirte esta carta, para decirte todo lo que pienso, creo y siento porque, a lo mejor (y Dios no lo quiera) no pueda volver a verte nunca más. ¿Sabes mi amor?, fue, y siegue siendo, algo muy bonito el haberte conocido.
Como tú sabes, nuestro comienzo no fue el mejor. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? ¿O es mejor decir, cuándo fue la primera vez que hablamos? Fue en Nizni Nóvgorod, en el kremlin. Tú hacía tiempo que querías hablarme, pero yo no me había dado cuenta; y cuando me di cuenta te ignoré. Sé que sufriste mucho porque te ignoraba; y no es que te ignorara al momento de que me hablaras, porque aún no habíamos hablado, sino que no te daba oportunidad de que lo hicieras. Yo me daba cuenta de que buscabas mi mirada, de que buscabas encontrarte de frente conmigo en algún momento y así poder intercambiar palabras y luego platicar si te fuera posible pero, cuando cruzábamos nuestras miradas, yo me volteaba y hacía de cuenta que no te había visto, y cuando tú buscabas encontrarte conmigo yo me iba de donde estaba o hablaba con quien estuviera a mi alcance para que tú no lo hicieras.
Yo sé que fuiste tú el que mandó las flores al hotel cuando estábamos en Ufá, porque mandé a investigar quién había sido. No fue fácil convencer al dueño de la florería para que revelara quién había sido, pero por una buena cantidad de rublos cualquier cosa se puede conseguir.
Como te decía, fue en el kremlin, en Nizni, donde hablamos por primera vez. Esa vez me fue imposible evitar el hablar contigo. Recuerdo que ese día, en la sala central no había nadie, sólo estaba yo. Fue cuando tú entraste en la sala y te dirigiste directo hacia mí. Yo no supe qué hacer y me quedé ahí. Huir y salir corriendo de allí, me habría dejado en ridículo. Cuando llegaste hasta mí me hablaste por mi nombre y me preguntaste si estaba contenta con mi estancia en ese lugar, que si me gustaba la iglesia de la Transfiguración, que si ya había ido a la iglesia de los Arcángeles, etc. De verdad te confieso que me asombraste por conocer tan bien la ciudad y tu charla me interesó (y tú también).

A partir de ahí, de ese día, hablábamos cada vez que nos encontrábamos, aunque no fura tan a menudo. Las horas contigo se me pasaban tan rápido. Siempre he pensado que hay un misterio grande en esto, acerca de porqué las horas pasan más rápido al estar con alguien con quien disfrutas el tiempo.
Después, todo se fue dando solo: Los paseos que dábamos en la Plaza Roja de Moscú son inolvidables, las representaciones que vimos en el Teatro Bolshói, las veces que fuimos a esquiar en la nieve y tantas tardes que pasamos juntos contemplando la puesta del sol sobre el horizonte.
Todos estos momentos son para mí inolvidables y los más bellos de mi vida. Todo había ido bien entre nosotros hasta hace unos meses, cuando nos tuvimos que dejar de ver por seguridad de mi familia y porque te era imposible saber dónde estaba, y a mí también me era imposible comunicarte dónde estaba yo, ya que donde estábamos escondidos estábamos prácticamente incomunicados (a excepción de mi padre) y no dejaban salirnos, mucho menos que te escribiera una carta porque, según los que nos cuidaban, podías correr peligro o traicionarnos y revelar dónde estábamos, aunque esto último no creo que pasara, ¿verdad?.
Desde entonces he pensado en ti todos los días. Fue hace exactamente cuatro días cuando los bolcheviques lograron secuestrarnos y traernos a Yekaterinburg para tenernos prisioneros. Lo único bueno de este lugar es que tenemos papel y tinta, aunque el papel y la tinta que nos dan es para que mi padre escriba órdenes al Ejército Blanco para que se rinda, pero mi padre no lo ha hecho, no puede decidir nada ya.
Es así como he podido yo, aprovechar este papel que nos dan y escribirte a ti. Tengo miedo en estos momentos. Tengo miedo de lo que pueda pasarnos, tengo miedo por mi hermano, tengo miedo por mi padre… tengo miedo del mañana. Pero a lo que tengo más miedo es a perderte. No quiero perderte, eres lo mejor que me ha pasado en mi vida.
Después de tanto pensar (y es que he tenido mucho tiempo para hacerlo) me ha asaltado una duda en mi mente: ¿sientes tú lo mismo que yo? Quiero saber si tú me extrañas, si tú sientes que hago falta en tu vida, si tienes miedo, al igual que yo, de perderme, si valgo para ti tanto como tú vales para mí. O si sólo fui un capricho en tu vida, en tu larga lista de ‘conquistas’ (porque de eso estoy enterada también), si solo estás jugando conmigo y cuando te aburras de mí me dejarás y me cambiarás a lo mejor por otra dejándome a mí sin consuelo. Quiero saber si realmente sientes lo que dices. Me has dicho que me amas, pero… ¿En verdad me amas? ¿Sabes tú lo que es amar?

Quisiera poder saber si lo nuestro funcionaría (o funcionará) por más tiempo, si nuestra relación podría ir más allá de algo pasajero.
¡Cómo desearía poder tener respuestas! Y aún más ¡Cómo desearía que estuvieras aquí conmigo para consolarme y disipar de mi mente todas estas preguntas que no me han dejado dormir y vivir tranquila! (tranquila relativamente, por las condiciones en que estamos).
Yo quiero decirte que estoy hasta este momento, si fuera posible, dispuesta a hacerte feliz. Estoy dispuesta a dar todo por ti. Quiero, en pocas palabras hacer de ti una persona feliz, que cumpla sus sueños y objetivos, que tenga alguien (yo) en quien apoyarse cuando necesite ayuda, que tenga a alguien a quien acudir cuando esté triste y haya algo en su mente que lo acongoje.
Quiero vivir sólo para ti.
Tienes que saber que mi padre no está enterado de nuestra relación, y que de saberlo, no la aprobaría. Pero tienes que saber que eso no me preocupa mucho. Lo que más preocupa es estar segura de que tú sientes lo mismo que yo. ¡Qué no haría por poder tener respuesta a mis dudas!
Mi ‘amorcito’ precioso, quisiera estarlo, pero con todo esto en mi mente ya no estoy segura. Ya no estoy segura de decirte lo que te tengo que decir. Lo que te tengo que decir es: Estoy enamorada de ti, te amo y te ameré toda mi vida. Mi vida es tuya.
Al fin, he escrito lo que no me atrevía, pero… ¡Quién sabe si sirva para algo! ¡Quién sabe si tú llegarás a leer esta carta! Y aún más… ¡Quién sabe si viviré para volverte a ver y decirte lo anterior yo misma! Por eso hoy te lo digo, hoy que aún vivo y puedo, con la esperanza de que esta carta pueda llegar a tus manos y puedas leerla. TE AMO, y también espero que tú sientas lo mismo que yo.

Adiós.


Con mucho cariño y amor:
Anastasia *
______________________________________________________________________________________________
*En la noche del 16 al 17 de Julio de 1918 en Yekaterinburg, fueron ejecutados el zar Nicolás II y toda su familia: la emperatriz Alejandra Fiódorovna, su hijo Alexis Nikoláievich y las grandes duquesas Olga, Tatiana, María y Anastasia. Alexis Nikoláievich era hemofílico.


Autor: Seth Karim Luis Martínez